Para que uno sienta miedo tiene que haber otro consciente de que si toca la tecla precisa conseguirá provocárselo. A veces el otro es un precipicio al que nos asomamos y en el dilema de me tiro, no me tiro, se nos van las horas y construimos relatos. Historias que nos dotan de un mínimo cariz épico con el que sobrevivir a nuestra condición de…