Escapo de una pesadilla como buzo sin oxígeno que forcejea por alcanzar la superficie. Debieron ser los deliciosos tortos de anoche. O esa sensación extraña de miedo a lo que pudo haber sido: mi coche me había informado de que me quedaba gasolina para 7 kilómetros y la gasolinera más próxima, calculaba yo, distaba unos diez. Se olía la catástrofe. Encima supe, tras hacer la…