“Hoy me he levantado perdedor”, dice M., y se lleva a la boca una cucharada de ropa vieja, esa delicia del día después de un cocido, bien aderezada con cebolla o ajo. Sabe mi amigo que los perdedores siempre ganan, porque sus historias son más rotundas, tienen vericuetos y te hacen temer por su destino. Los ganadores, por contra, consiguen admiración o envidia, pero nunca…