“Mi padre llevó toda la vida el peine en el bolsillo“. Me cuenta P. camino del trabajo que su progenitor era un coqueto y lo imagino tal vez mirándose de refilón en un escaparate, y atusándose con disimulo con el peine la espesa cabellera. Le confieso que me gustan los hombres pulcros. No los presumidos. Sí los que huelen a piel trabajada dos o tres…