Ayer volví a salir corriendo delante del ladrido de unos perros famélicos. A los perros no llegué a verlos, pero me los sé de memoria. Son los de un viejo pulgoso que habita en una calle adyacente de este pueblo de escasas calles, y los azuza para que ataquen porque no se atreve a hacerlo él. Todos ellos, chuchos y amo, adolecen de la más…