Cuando llego a un hotel de lujo, me entra el síndrome Rolling Stone. Quisiera saltar sobre la cama king size, beberme de golpe el mini bar, tirar los papeles de las chocolatinas al suelo y usar todas las toallas, una por una, tontamente. Desenfundar una guitarra eléctrica, romper con ella el cristal de la ventana y tocar algo furioso en pelotas con vistas a una…