Me gustan las historias pequeñas. Mejor, las diminutas. Nanohistorias, digamos. Encuentro que la ampulosidad de las grandes, las gestas, las hazañas, aniquila los detalles, las partículas de polvo adheridas que brillan cual diamantes; los roces y el olor de los cuerpos cuando sudan y se dejan ir en mareas de sal muy pegajosas. El vaho en el cristal. Contemplada de cerca, al microscopio, una vida…