Nos creíamos una democracia engrasada, a prueba de estrés, y parece que somos un paraíso para corruptos y aspirantes. El problema de acostarse cada noche con un sospechoso más en la casilla del soborno, la cuenta en paraíso fiscal, los maletines, es que te conviertes en escéptico. Y siempre he pensado que el escepticismo era un estado espiritual demoledor. A mis hijas no sé cómo…