La madre viaja en el autobús, ese nido de historias pequeñas que frecuento cada día. Bajita, morena, vestida con un horrible plumas negro, gomina trasnochada en su pelo corto, lleva de la mano a su hijo, de unos cuatro años, al que habla en tercera persona como si fuera un bebé tarado y siempre a gritos, cual Mary Poppins neurótica. -¿Quién no ha dejado dormir…