Mi amiga L. fue a la cita a ciegas con el ánimo encendido y unas preciosas sandalias de tiras color maquillaje. El tipo, de 71 años, era mayor, sí, pero bien conservado. Como esos hombres enjutos que han doblegado su pereza a los mandatos del deporte y la dieta y caminan erguidos y lucen sus canas, bien pobladas, por todo lo alto. Un señor quince…