La alemana del Este, rubia, serena, en perfecto y dulce español, contaba ayer cómo una vez unificados ambos lados del muro seguía sintiéndose acomplejada cuando pisaba el Oeste y trataba de disimular el acento delator. Durante años la prohibición excitó sus jugos gástricos, sus ansias de consumir Coca-Cola, como los del otro lado. Y cuando ya no hubo fronteras tuvo que recolocar el sentimiento. Haber…