-¿Está usted enfadado? -No, estoy solo. -No está solo. Mientras esté usted aquí, está conmigo. La camarera, con su inconfundible acento rumano, me hizo abandonar el giro de la cucharilla en el café por un instante. No veía al cliente porque nos separaba una columna de la barra, una cordillera, pero debieron reconfortarle las palabras de esa mujer que confundía mal humor y desamparo. Y…