De niñas compartíamos la ropa de las muñecas, masticábamos el mismo chicle por turnos y coleccionábamos cromos de Mazinger Z. De mayor con mis amigas más íntimas he simultaneado brujas, adivinas de andar por casa y divanes donde Freud bostezaba con pereza porque a veces los relatos eran sospechosamente parecidos o en ellos se repetían personajes, cosa harto improbable con la excepción de Napoléon (mito…