Últimamente finjo que no me entero cuando me mienten. El acto en sí se parece mucho a dejarse llevar por la ola cuando estás en el mar y te entra un ataque de pánico. En mi caso una vez me sucedió en La Ballota, esa playa salvaje e imponente de la cornisa asturiana que amo, y de inmediato me puse a sacudir brazos y piernas…