El informático tenía cara de comadreja. Una mirada dos metros por delante de la media, pelo largo y ralo recogido con una coleta, hombros caídos y andares de pingüino. Lo había llamado porque hice la lista de profesionales que necesitaba con urgencia en mi vida: un fontanero, un antenista, un ¿reparador de teléfonos?, un electricista, un carpintero, un policía, un agente de banca… Creo que…