“No hay nada como vomitar con alguien para llegar a ser viejos amigos” A Sylvia Plath la quise antes de quererla. Antes de conocer los pormenores de su suicidio aparatoso. Antes de entender que su marido se había quedado en el infierno tejiendo versos como chalecos antibalas. Antes de Sylvia Plath. Pero no había leído “La campana de cristal” y ayer en la Feria del…