En Nairobi conoció a una mujer. Estaban sentados juntos mientras esperaban sus vuelos. Era alta, curvilínea, con unos pendientes de oro minúsculos. Tenía la piel rubicunda y la voz cantarina. A Alan le gustó mucho más que muchas de las personas de su vida, de las personas a las que veía a diario (…) Si se hubiera atrevido, habría encontrado la manera de pasar más…