Las ferias de pueblo me molan todo. Esos tenderetes llenos de quesos, empanadas y chorizos picantes me parecen un sueño hipercalórico al que me rindo sin culpa. Además, propician encuentros de alto nivel que ríete de los de la ONU. El otro día, mientras escrutaba con ansia un puesto capaz de bloquear con su género las arterias de una población de diez mil habitantes, me…