Nadie puede ponerse en el lugar de nadie, pero la integridad de la armadura social enclenque en la que bostezamos cada madrugada depende de eso. Ni todos somos Charlie ni nos gustaría serlo, pero aplaudimos la proclama, sencilla y fácil de repetir, porque sentimos que así debe ser, que la solidaridad nos humaniza y nos separa de las bestias. Que lo más cerca que podemos…