Siempre he admirado secretamente a esas mujeres que encaran solas la barra de un bar. Allí piden en voz baja una cerveza,  un gin-tonic, y dejan que pase el tiempo concentradas en sus pensamientos on the rocks mientras a su alrededor se desata la máquina de las fantasías. ¿A quién espera? ¿qué espera? Soy consciente de que este apunte suena a viejo cliché de género…