De pronto M. grita que no tiene un libro para engancharse. Que todo lo que empieza últimamente la lleva a la deriva del tedio. No engancharse está bien, ya somos mayores para las drogas y jóvenes para el desencanto. O sea, que estamos condenados a enredarnos en la contradicción. Querer estar y tener ganas de largarse. Quererse vaciarse y comprar otro par de zapatos. Querer…