Mi amiga B. tiene 40 años y dos bebés en camino que ha decidido tener sin padre. No por gusto, sino porque el hombre de su vida, esa entelequia, no pasaba por allí pero los años sí pasaban. Así que tomó una decisión, fue a una clínica, inició un tratamiento y le implantaron dos embriones que, milagrosamente, prendieron a la primera. Mi amiga B. es…