El octavo pecado capital: hablar por hablar. Entiendo que el silencio abisal de un ascensor incite a la verborrea. Si te callas pueden asaltarte pensamientos turbios como que el otro es un serial killer, un ama de casa ofuscada o un niño a punto de pataleta, lo que desata tensiones poco asumibles en un habitáculo de 70 cm2. Las palabras son ruidos que evitan pensamientos…