Uno ve el paso del tiempo propio en las arrugas de los demás. La paja en ojo ajeno. La vecina de tu casa materna, un pibón a los 30, a los 40, a los 50… y ahora,  pasados los setenta, cruza cada mañana a la cafetería de enfrente, y sigue siendo guapísima pese a los surcos que resquebrajan su piel. La suya es una belleza…