Conocí una mujer que presumía de amantes. Los llamaba sus “fijos discontinuos”. Para enjugar su soledad preparaba recetas de cocina que nadie se comía. Los amantes, al parecer, nunca se quedaban a cenar en casa. O cuando lo hacían era tan breve que apenas daba tiempo a desdoblar la servilleta. Una noche esa mujer dramáticamente sola nos contó a las demás trucos de seducción muy…