Suelo mentir a los médicos. No soy la única, es de familia. Mis hermanos, hipoacúsicos diagnosticados, engañan al aparato de los pitidos para que el resultado del test sea menos dramático. Así que nuestras comidas familiares son un concierto de gritos donde unos orientan la cabeza hacia un lado y otros hacia otro. Y donde los agudos ganan siempre por goleada. Recuerdo haber llevado un…