Desconfío de las mujeres que te llaman “cariño” y no te quieren y de los hombres que te cogen la cintura sin invitación previa. Desperdiciar palabras me parece como dejar un grifo abierto: un dislate intolerable que puede inundar al vecino del cuarto. Palpar talles, un gesto de conquista tribal, de chulería de galán sobrado que vio de pequeño demasiadas comedias de Arturo Fernández. Vuelvo…