Si fuera hombre, sobornable y de ética liviana, y tuviera una tarjeta opaca me la habría fundido en asadores, marisquerías, hoteles de lujo, gasolina y vino. O sea, putas y varios. Tal parece ser el patrón de gasto de estos señores consejeros que nunca preguntaron, al parecer, por ese sobresueldo de plástico que les daba una caja en apuros y que gastaron con bastante poca…