Ese día quedé con B. para ir a nadar. Lo cierto es que lo hacíamos pocas veces, con muchas risas y mucha desgana, y no aguantábamos mucho más de tres o cuatro largos desmayados. Al rematar cada uno parábamos a charlar un rato mientras a nuestro lado pasaban los que se tomaban la natación muy en serio, como la vida. A brazadas lentas y acompasada…